Las adivinanzas son muy antiguas. Cuenta el escritor Robert Graves que, en cierta ocasión, el rey Salomón se encerró en su palacio con un rey amigo, durante ocho días, a plantearse adivinanzas. Los griegos, antes de Cristo, tenían adivinanzas; recuerden la planteada a Edipo por
la Esfinge:
Antes de Colón, los indios de América crearon adivinanzas. En el Chilam Balam, libro de los antiguos mayas, encontramos joyas como esta:
¿Cuál es el animal que en la mañana camina en cuatro
patas, al mediodía camina en dos, y al atardecer en tres?
-Hijo, ¿a quién viste en el camino? ¿Viste acaso a dos
viejos acompañados de cuatro muchachos cada uno?
-Padre, esos viejos de los que hablas iban junto a mí.
Éstos son los dos dedos gordos de los pies y los muchachos los demás dedos.
En Las mil y una noches, libro que recoge la tradición popular árabe y persa, encontramos una sarta de perlas:
Algunas adivinanzas, han sido creadas por escritores; entre otros por Quevedo, Lope de Vega y Cervantes. “Es muy escura y es clara”, empieza este último su adivinanza sobre la adivinanza.