Muchas de las dificultades que presentan los niños a la hora de aprender la escritura cursiva tienen su origen en una falta de habilidad para coger bien el lápiz. Esto se puede solucionar aplicando algunas técnicas sencillas, destinadas a reeducar los hábitos incorrectos adquiridos por el niño/a.
Por otro lado resulta fundamental realizar actividades de motricidad fina, que implican movimientos de precisión relacionados con tareas donde se utilizan los ojos, los dedos y las manos. Mediante estas actividades prensoras se tratará de desarrollar habilidades y destrezas básicas, las cuales repercuten directamente en el manejo y la sujeción del lápiz.
Por norma general, a partir de los dos años y medio el niño/a suele ser capaz de captar y de memorizar la posición de las manos al sujetar el lapicero. Por lo cual a esta edad ya se puede comenzar a practicar con el niño el agarre del lápiz con el fin de que aprenda la posición correcta de los dedos y de la muñeca para su posterior escritura. Pero será a partir de los cinco a seis años cuando el niño/a establecerá un agarre pinza funcional del lápiz.
Las destrezas de la motricidad fina se desarrollan a través del tiempo, de la experiencia y del conocimiento y requieren inteligencia normal (de manera tal que se pueda planear y ejecutar una tarea), fuerza muscular, coordinación y sensibilidad normal. (Berruelo, 1990).
El aprendizaje de la lectura y la escritura no siempre va a la par. Muchos niños saben leer y sin embargo tienen dificultades para escribir.
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