La comprensión lectora es el proceso cognitivo orientado a entender el significado de un texto. Aprender a leer no es una tarea fácil y requiere por parte de los niños mucho tiempo y práctica. Dominar la lectura significa desarrollar una serie de estrategias que se van perfeccionando a lo largo del tiempo hasta que se consigue leer con fluidez y comprensión. Es decir, hay que aprender a leer con precisión (sin errores), de forma rápida (sin titubeos) y con la entonación adecuada. Y, lo más importante, se debe comprender lo que se va leyendo.
Generalmente si un niño comprende bien el lenguaje oral y lee de manera fluida podrá comprender también los textos escritos, pero esto no es totalmente seguro. Hay aspectos específicos en los textos escritos que los hacen más difíciles que la comprensión oral y que influyen claramente sobre la comprensión:
- En los textos escritos el vocabulario es más rico, con mayor número de palabras de baja frecuencia, palabras abstractas, etc.
- Las oraciones son más complejas. Hay oraciones como las pasivas o las subordinadas de relativo que apenas se escuchan en el lenguaje oral y, sin embargo, son frecuentes en el lenguaje escrito.
- Los textos escritos tienen diferentes gramáticas (textos expositivos, científicos, periodísticos, gráficos, diagramas…) que no aparecen en el lenguaje oral.
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Dar un objetivo a la lectura: Antes de comenzar a leer, es importante establecer un propósito. Esto puede ser aprender algo nuevo, entender un concepto, o simplemente disfrutar de la historia. Tener un objetivo claro ayuda a enfocar la atención y mejorar la retención de la información.
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Activar conocimientos previos: Relacionar la nueva información con lo que ya se sabe mejora la comprensión. Antes de leer, se puede pensar en experiencias personales, conocimientos sobre el tema, o información relacionada que se haya leído antes.
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Qué hay que leer: Identificar la estructura del texto (títulos, subtítulos, introducción, conclusiones) ayuda a entender su organización y a anticipar el tipo de información que se va a encontrar.
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Clarificar un significado: Si durante la lectura aparecen palabras o conceptos desconocidos, es importante detenerse a buscar su significado. Esto puede implicar consultar un diccionario, buscar en internet o preguntar a alguien.
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Elaborar una predicción: Antes y durante la lectura, se pueden hacer suposiciones sobre lo que sucederá a continuación o lo que el autor querrá transmitir. Esto mantiene activa la mente y fomenta una lectura más atenta.
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Visualizar e imaginar: Crear imágenes mentales de lo que se está leyendo puede hacer que el contenido sea más comprensible y memorable. Esta estrategia es especialmente útil en narrativas o descripciones.
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Elaborar la información: Hacer resúmenes o parafrasear lo leído con tus propias palabras puede ayudar a asegurarse de que se ha entendido el texto.
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Elaborar inferencias: Ir más allá del texto y tratar de entender lo que no está dicho explícitamente. Esto incluye interpretar gestos en una narración, entender las implicaciones de un argumento, etc.
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Sintetizar: Integrar diferentes partes del texto para formar una visión general o una comprensión global. Esto puede implicar resumir o hacer esquemas.
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Realizar conexiones: Relacionar el texto con otras cosas que se conocen, ya sea de la vida personal, otros textos o el mundo en general. Esto puede incluir comparaciones o analogías.
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Evaluar la credibilidad del texto: Reflexionar críticamente sobre el texto, considerando la fuente, el propósito del autor, y la validez de los argumentos y evidencias presentados.
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Ampliar conocimientos: Buscar información adicional sobre el tema leído para ampliar la comprensión y el contexto del mismo.
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Buscar textos complementarios: Leer otros textos relacionados con el tema para obtener diferentes puntos de vista o información adicional.