Os presentamos “Las aventuras de Pitu y Guille”, una nueva colección de cuentos infantiles para enriquecer el vocabulario de los lectores noveles y favorecer el desarrollo de la creatividad a través de historias llenas de fantasía. Gratuitos en la versión digital.
Hay muchas cosas muy buenas que destacar de esta obra pero quizás la principal es que su autor, José Naval, ha logrado crear historias realmente entretenidas, que consiguen atrapar a los pequeños desde el principio hasta el final a través de una sucesión de escenas divertidas, giros sorprendentes y un toque de intriga, combinando aventura y fantasía para despertar su imaginación. Sin duda el mayor atractivo para estimular la lectura en los niños.
Los protagonistas son dos hermanos, Pitu y Guille, que viven muchas aventuras y se enfrentan a las situaciones difíciles con imaginación, confianza en sí mismos y fuerza de voluntad. El autor, padre de cuatro hijos, cree en la importancia de enseñar a los niños el valor de la constancia y el esfuerzo, que combinados con la imaginación y la creatividad (todas ellas capacidades que se pueden cultivar con la práctica), son los pilares para que desarrollen sus habilidades y la confianza en sí mismos.
Cuento “El coche submarino”
Los textos son de una cuidada redacción, enriqueciendo el vocabulario con la introducción de nuevos términos en cada relato. Como novedad, en los momentos más críticos de la trama, el autor introduce el original recurso de lanzar preguntas al lector acerca del desarrollo de la misma, táctica con la que logra incrementar al máximo su atención.
Cuento “El caballo mágico”
La colección arranca con 8 cuentos recogidos en 4 volúmenes, ilustrados con gran inspiración por Irina Hirondelle. Se pueden descargar gratuitamente desde www.pituyguille.com (de momento los dos primeros y próximamente los volúmenes 3 y 4) y también están disponibles en edición impresa en color, con letra grande para mayor facilidad de lectura y en papel de calidad premium. El tamaño de la versión impresa es muy cómodo para su lectura.
Cuento “El coche submarino”
Los cuentos están pensados para leérselos a tus hijos más pequeños antes de irse a dormir y disfrutar de un momento entrañable en familia y también para que los más mayores, hasta los 9 años, practiquen la lectura enfrascándose en las apasionantes aventuras de Pitu y Guille.
Cuento «El caballo mágico»
En breve se publicará la versión en inglés, también con descarga gratuita.
En resumen, una colección muy recomendable desde todo punto de vista. Os dejamos aquí un fragmento del cuento “El rescate de la princesita”.
Volumen 2. EL RESCATE DE LA PRINCESITA
Guille había sido invitado al banquete de celebración del nacimiento de la princesita Bidubí, la primera hija de los Reyes del Reino. Los Reyes habían estado mucho tiempo esperando tener niños y se pusieron muy contentos al nacer su pequeña, así que decidieron hacer una gran fiesta en el Palacio Real y convocaron a todas las personas importantes del Reino. Y también invitaron a Guille porque era famoso por sus aventuras.
Al llegar, Guille se puso a la cola para entrar en el Palacio. Había mucha gente, y la cola era bastante larga. Los invitados eran personas muy importantes y vestían muy elegantes: un señor de esmoquin; una joven muy bella con un traje rojo largo; un militar con un montón de condecoraciones; otro señor que parecía el embajador de algún país muy divertido porque iba de uniforme y llevaba un sombrero como el de Napoleón pero con plumas; una señora mayor bastante fea con un traje negro…
Cuando todos los invitados terminaron de entrar en el Palacio empezó el banquete. Los Reyes estaban sentados en una mesa en el centro de la sala, y tenían a su lado una cunita donde dormía la princesita Bidubí. Sirvieron un montón de manjares muy ricos. Lo que más le gustó a Guille fue el pastel de chocolate.
Después del postre, el Rey alzó su copa para decir unas palabras.
–Muchas gracias a todos por…
De repente, la Reina se llevó las manos a la cabeza:
–¡Dios mío! ¡Mi niña ha desaparecido! ¡No está en la cuna! – gritó mientras revolvía las sábanas de la cuna vacía.
–¡Han secuestrado a la princesa! Rápido, cierren todas las puertas del Palacio. ¡Que no salga nadie! –dijo el Rey.
Inmediatamente varios soldados corrieron a cerrar todas las puertas e hicieron guardia en las salidas.
–¡Que todos los invitados vayan saliendo de uno en uno! ¡Revisen sus pertenencias por si alguien lleva escondido al bebé! –ordenó el Rey.
Entonces se formó una cola y todos los invitados fueron saliendo por una sola puerta del Palacio. Antes de salir, los soldados revisaban bien los bolsos y pertenencias de los invitados, buscando al bebé.
–Señora por favor, abra el bolso – dijeron los soldados a una señora que llevaba una bolsa muy grande. A lo mejor escondía al bebé en el bolso.
–Señor por favor, quítese el sombrero –le pidieron a un hombre que llevaba un sombrero de copa, por si pudiera estar el bebé metido dentro.
Y así, uno a uno, fueron saliendo todos los invitados del Palacio.
Guille, que era muy observador, se sorprendió al ver a la señora fea vestida de negro. Estaba mucho más gorda que cuando entró. “¿Habrá comido demasiado?” se preguntó. “Qué raro…” Los soldados la dejaron salir porque no hallaron rastro del bebé.
Después de dos horas, los soldados revisaron al último invitado.
–Su Majestad, ya no quedan invitados en el Palacio y no hemos encontrado al bebé –se lamentó el capitán de los soldados–. No sabemos dónde está.
–¡Oh, Dios mío! ¡Pobre hijita mía! –dijo la Reina, echándose a llorar.
–¡Cómo es posible! –dijo el Rey– ¡Mi hija, secuestrada delante de nuestras narices! ¿Qué vamos a hacer ahora?
Los soldados no sabían qué decir. La Reina lloraba. El Rey estaba muy triste.
Entonces Guille, que se había quedado esperando fuera del Palacio, volvió a entrar y se dirigió al Rey:
–¡Majestad! ¡Creo que sé quién se ha llevado a la princesa! Ha sido una señora muy fea vestida de negro. Cuando salió estaba mucho más gorda que cuando entró. Seguro que llevaba al bebé escondido bajo sus ropajes.
–¡Rápido, id tras ella! –ordenó el Rey
Diez soldados montaron en sus caballos y salieron cabalgando por el camino por donde se había ido la señora de negro. El camino se adentraba en un bosque, y al cabo de un rato, llegaron frente a un castillo.
–¡Ha del castillo! –gritó el capitán de los soldados–. ¡Abrid en nombre del Rey!
La señora de negro se asomó a una de las ventanas en lo alto de una torre del castillo. Llevaba un gorro negro de pico y tenía unos pelos horribles. Ya no estaba gorda.
–¡Soy la bruja Malospelos! ¿Qué queréis?
Al capitán no le daban miedo las brujas.
–¡Salid y entregad al bebé! ¡Sabemos que lo tenéis escondido! – Gritó el capitán
–Ja, ja, ja, ja, ja. ¡No lo tengo escondido! ¡Lo tengo aquí! – respondió la bruja mostrando al bebé en sus brazos– ¡Y me lo quedaré para siempre! Jamás lo devolveré. ¡Nunca saldrá del castillo! ¡Nunca! ¡Jamáaaaaas! –confesó la bruja, mostrando al bebé en sus brazos–. ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Entonces sacó una varita mágica y lanzó un hechizo a los soldados.
–ABRACADABRA, ¡CONVERTÍOS EN RANAS! –gritó desde la ventana.
Un rayo verde salió de la varita mágica en dirección a los soldados y los convirtió en diez ranas, que se pusieron a dar saltitos huyendo hacia el Palacio Real.
–¡Croac, croac, croac! –croaban, mientras se alejaban del castillo.
Como iban dando saltitos muy cortos, tardaron mucho en llegar al Palacio.
El Rey, al ver a las ranitas exclamó:
–¡Oh, Dios mío! ¡Qué bruja más mala! ¡Ha convertido a mis soldados en ranas! Pues enviaré otros diez soldados a rescatar a la princesita.
Inmediatamente, otros diez soldados montaron en sus caballos y salieron cabalgando. Al llegar al castillo de la bruja, el Capitán gritó:
–¡Ha del castillo! ¡Abrid en nombre del Rey!
La bruja se asomó a una de las ventanas en lo alto de una torre del castillo.
–¡Soy la bruja Malospelos! ¿Qué queréis?
A este capitán tampoco le daban miedo las brujas.
–¡Salid y entregad al bebé! ¡Sabemos que lo tenéis escondido! – dijo el Capitán.
–¿Otra vez? Ja, ja, ja, ja, ja. ¿Es que no aprendéis? Ja, ja, ja, ja, ja. ¡Este bebé me lo quedaré para siempre! Jamás lo devolveré. ¡Nunca saldrá del castillo! ¡Nunca! ¡Jamáaaaaas! –dijo la bruja mostrando al bebé en sus brazos–. Ja, ja, ja, ja, ja.
Sacó de nuevo su varita mágica y lanzó un hechizo a los soldados.
–ABRACADABRA, ¡CONVERTÍOS EN RANAS! –gritó desde la ventana, y un rayo verde salió de la varita mágica en dirección a los soldados.
El rayo convirtió a los diez soldados en diez ranas, que empezaron a dar saltitos huyendo del castillo.
–¡Croac, croac, croac! –croaban, mientras se alejaban dando saltos en dirección al Palacio.
Como iban dando saltitos muy cortos, tardaron mucho en llegar al Palacio. El Rey, al ver a las ranitas dijo:
–¡Oh, Dios mío! ¡Qué bruja más mala! ¡Ha vuelto a convertir a mis soldados en ranas! Pues enviaré otros diez soldados a rescatar a la princesita.
¿Chicos, creéis que el Rey debería enviar más soldados o no?
–¡Esperad, Majestad! No enviéis a más soldados. ¡Iré yo! –dijo Guille.
–¿Tú?
–Sí, Majestad. Solo necesito un escudo y un caballo.
Rápidamente le trajeron un escudo.
–No, este escudo no me sirve –señaló Guille–. Tiene que ser un escudo de hierro pulido. Muy pulido. Tan pulido que parezca un espejo.
Un soldado fue a buscarlo y volvió al rato con un escudo. Era grande, de hierro pulido y brillaba mucho.
–¡Magnífico! –dijo Guille–. Este servirá.
–¡Llévate mi caballo Arcabán! Es el caballo más rápido del mundo –le ofreció el Rey.
Guille cogió el escudo, montó en el caballo y salió galopando a toda velocidad hacia el castillo.
Al llegar gritó:
–¡Ha del castillo! ¡Abrid en nombre del Rey!
La bruja se asomó a una de las ventanas en lo alto de una torre del castillo.
–¡Pero si eres un niño! ¿Qué quieres, mocoso? –preguntó la bruja.
A Guille le entró un poco de miedo al ver a la bruja.
–Quiero que me des al bebé.
–Ja, ja, ja, ja, ja, ¡eres valiente muchacho! ¡Pero el bebé me lo quedaré para siempre! Jamás lo devolveré. ¡Nunca saldrá del castillo! ¡Nunca! ¡Jamáaaaaas! –dijo la bruja mostrando al bebé en sus brazos–. Ja, ja, ja, ja, ja.
Entonces sacó su varita mágica y le lanzó un hechizo.
–ABRACADABRA, ¡CONVIÉRTETE EN RANA!
Un rayo verde salió de la varita mágica en dirección a Guille, pero Guille rápidamente se protegió con el escudo, y como estaba muy pulido, el rayo se reflejó en el metal y le dio a la bruja de rebote, convirtiéndola en rana. Lo malo es que como la bruja tenía al bebé en brazos… ¡también el bebé se convirtió en rana!
Guille entró corriendo en el castillo, subió las escaleras de la torre y al llegar donde estaba la bruja, vio dos ranas en el suelo. Una de ellas grande y fea, negra, con un sombrero de pico negro pequeñito en la cabeza, y la otra diminuta y verde, con un chupete minúsculo en la boca.
Chicos ¿qué rana creéis que era la bruja y cuál era el bebé?
Guille cogió a la ranita pequeñita y se la metió en el bolsillo con mucho cuidado de no aplastarla. Vio la varita mágica de la bruja en el suelo y se la llevó.
Volvió cabalgando al Palacio, pensando qué iba a hacer. Al llegar, les contó lo sucedido a los reyes. Se sacó la ranita del bolsillo y la puso en el suelo. La ranita empezó a dar saltitos. ¡boing! ¡boing! ¡boing!
–Oh, Dios mío, ¿qué vamos a hacer ahora? –se preguntó la Reina mirando a su bebé ranita.
…
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Descarga gratis el cuento completo aquí
Los cuentos son buenísimos!! Aproveché que se pueden descargar gratis y los estoy leyendo y compartiendo para dar clases particulares. Enhorabuena al autor.