Una de las tareas más bonitas que tiene un maestro, bajo mi punto de vista, es dotar de significado a “unos signos raros” llamados letras. Ver cómo van avanzando por el proceso llenos de expectación y poder alegrarse y enorgullecerse por sus logros es la mejor recompensa. Y si, además, conseguimos inculcarles el gusto por la lectura… ¡genial! No podríamos pedir más.
Esto parece difícil, pero no lo es tanto. Aprender debe ser divertido y no hay mayor diversión para cualquiera que unos buenos juegos. Partiendo de esta premisa, comienza mi tarea como educadora.