Contar historias siempre ha sido una necesidad básica del ser humano, cumple la doble función de divertir a los demás y a nosotros mismos a través de historias llenas de fantasía, con un final que pretende enseñar o educar. Así es desde tiempos inmemoriales, cuando no se sabía leer o escribir, pero sí contar.
El maestro Borges lo decía en pocas palabras, “desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos”.
Dime como hablas y te contare un cuento
Recientemente escuché en la presentación de un libro que alguien definía los cuentos como “artefactos educativos”.Me pareció una definición cautivadora de este género a veces minusvalorado y cuyo nombre ha servido para dar vida a una serie de frases no demasiado positivas, “tienes mucho cuento”, “lo que dices son cuentos chinos” o “le estás echando cuento”. Pero, a pesar de esta supuesta leyenda negra, los cuentos son, sin duda alguna, la literatura más cercana a todos nosotros. Estamos en contacto con ellos mucho antes de saber leer, nos acompañan toda nuestra vida y nos permiten establecer las primeras relaciones inteligentes con nuestros hijos, ¿Quién no recuerda un cuento?… aquel que le contó su madre, su abuela o su maestra.
“Los cuentos son una medicina”, decía una psicoanalista norteamericana. Desde luego los que se recopilan en este libro cumplen con creces esta afirmación, ya que sus adaptadores los proponen para trabajar los trastornos de lenguaje del alumnado. Pero tienen más valor, si esto es posible, ya que son difusores de nuestro patrimonio cultural, en concreto de los cuentos extremeños recopilados por Marcial Curiel Merchán.
Por tantos objetivos cumplidos sólo puedo felicitar a los autores de este libro, alumnos y futuros maestros de Audición y Lenguaje, coordinados por sus profesores que han entendido que el cuento no es un género menor, sino aquel en el que es más sencillo encontrar todas las virtudes de la buena literatura.
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